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29 de noviembre, 2014


“Estamos hechos de historias”, -dijo Galeano- y lo mismo repito yo siempre que tengo ocasión. Y ocasiones para recordar eso hay todos los días porque cada tortuga que llega es un encadenamiento de hechos, de historias que me sensibilizan mucho y me hacen mirar hacia mi propia historia, hacia mi propia vida…que –creo yo- es el lugar hacia donde todos deberíamos mirar. Mirar para adentro ayuda a mejorar. Claro que no es fácil. Lo que vemos no siempre gusta y enfrentarse con nuestra vida y sus baches, es doloroso, por eso tantas personas viven mirando hacia afuera, hacia el otro. Pero en fin…ese es otro tema. Les decía que acaba de llegar una nueva historia y quería contárselas aunque posiblemente suene repetida porque, por desgracia, la vida de las tortugas en cautiverio siempre terminan pareciéndose en un punto. Pueden recorrer todas caminos distintos, venir de distintas provincias, vivir con distintas familias y distinta cantidad de años y en distintas condiciones…pero siempre hay un punto en el que todas sus historias terminan pareciéndose. Panchita es una hembra de mucha edad que llegó 45 años atrás a la casa de Claudio, por entonces un niño de 10. El niño creció, se casó, formó su familia y Panchita quedó en la casa familiar con su madre que recientemente falleció. Con la muerte de su cuidadora, la vida de Panchita da un giro. Claudio vive en un lugar sin espacio verde, de modo que para ella desaparecieron los días de jardín y surgieron días de baldosas. Éste suele ser un punto en el que las historias de tantas tortugas se entrecruzan. La escena ha cambiado. Aquel niño que la recibió con 10 años ya tiene 55, no tiene a su madre pero tiene una tortuga de la cual hacerse responsable. Mira a Panchita deambular por el patio duro y pone en un platillo de la balanza eso que ve y que reconoce inconveniente para el animal, y en el otro platillo pone la larga historia del animal en su vida y en la de su madre, la carga afectiva, esa tortuga de algún modo lo vincula con tiempos felices donde la responsabilidad no existía. Duda. Lo piensa durante días. Y finalmente el platillo se inclina hacia un lado. Ydecide. Y me escribe. Y es así como Panchita llega a sumarse a las Tortugas en El Faro


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